Así era la vida pues, colorida...
Así era la vida pues, colorida, llenita de los misterios, los secretos del campo y el tiempo que pasaba más lento, cuando entre todos –o casi- nos conocíamos. Era lindo de ver a los vecinos, con su sombrerito de paja toquilla, porque aquí todos tejíamos, hombre, mujeres y niños. El domingo vendían “los ochos”, que eran unos como atados de paja que traían de Montecristi, de Manabí pues vaya. Aquí les tejíamos, hasta ahora mismo hay harta gente que caminando, con la paja en la mano van, tejiendo, como quien pasa sus labores. Las hormas para formar los sombreros hacíamos aquí, de “chamarra”, que eran unas plantas grandes, o de madera.
Los abuelos se vestían con “cotona” (que era una como leva, con bolsillos), con pantalón de baeta y una como chompita y el poncho de lana de borrego. “Shiros” nos llamaban por el pantalón negro y la camisa blanca, de lienzo. La “oshota” usaban más antes (en vez de zapatos), hecha de caucho para resistir los caminos, el lodo, el agua…
Las mujeres, en vez, usaban la pollera de baeta (la baeta era antes, cuando había harta gente que hilaba la lana del borrego, al que le trasquilaban primerito, para lavar esa lana, para que no quede con olor. Luego le secaban al sol, días mismo para, después, escarmenar con las manitos, con el uso torciendo para dar forma, para tejer pues la ropa, las cobijas, los ponchos y todo mismo), el rebozo de castilla (de baeta, por tantísimo frío) y la “esclava”, que era una como aguja grande, de plata disque eran y servían para sostener los rebozos.
Ahora tanto que ha cambiado, ya los renacientes visten diferente, no les gusta la ropa que usábamos más antes. Será capricho, será que no entienden, qué también será…
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