La Siembra



Para sembrar, desde siempre, aramos el terreno con la yunta, que está amarrada los cachos con “cuyunda” (unas como sogas hechas de la piel de la res). Las bestias van juntas, trabajando duro, como uno mismo, pero acompañadas. Así, una que ya sabe va con una que tiene que aprender, aunque es mejor si las dos saben bien, porque el trabajo se hace breve, más rápido.

En los meses de junio hasta agosto se cosecha la tierra con todo lo trabajado… y es una fiesta cuando la cosecha es buena. Trabajamos juntos esa cosecha, así como la siembra y el raimado (que es el deshoje de la planta, para que crezca más y mejor, como le venía diciendo…).

Trabajamos juntos la tierra; en mingas, o “cambiamanos” como llamamos. O sea que el uno trabaja en la casa del otro y así, todos tienen quien ayude… claro que el dueño de la casa, o de la “chacra” (que es lo que se siembra pues, el terreno), tiene que convidar de comida y bebida para los mingueros, que además alegran el trabajo con juegos, con distracciones vaya… Como en la cosecha del maíz, que jugamos a las “mishas” apurando el trabajo, sintiéndole menos pues, por el apuro de mishar a las carreras, antes de nadie.

Para la comida de minga el dueño debía preparar caldo de gallina con su buena presa para cada uno, además de la sopita de fréjol, en el medio día. Para la merienda daban arroz con cuy o carne de res más un plato de mote pelado, amarillito, con carne de chancho… plato llenito daban, cosa de “wangliar” (es que daban tanto, más de lo que se podía comer, por eso se “wanglia”, para llevar a la casa comidita).

En las “mishas”, que le estaba hablando, todos juegan, hasta la vez. Se hace en el “calchado” que es la cosecha del maíz amontonado. La gente –entonces- se pone a deshojar las mazorcas para buscar las que tengan un solo granito negro, que es misha, y contar hasta doce para ganar.

Cómo era de divertido, hubiera visto usted. Antes las mingas eran grandes, porque habían sembríos grandes y porque éramos solidarios. Ahora, cuando hay, las mingas son pequeñas, a lo mucho familiares.

Dura es la vida en el campo, así como tranquila… prontito se levanta uno, para atender a los animales, para ver el sembrío, para rezar por las buenas cosechas, por la familia y hasta por uno mismo pues vaya.

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