Es cosa de recordar lo que comíamos…
Pero más antes sabíamos tratarnos mejor, vistiendo bien, comiendo bien… es cosa de recordar lo que comíamos, porque también va cambiando. Antes desayunábamos cosa de aguantar el día de trabajo, que era duro. “Mishqui” sabían dar las mamitas, que se saca del penco, ya preparadito. Sólo hacíamos hervir y siempre había en la casa, para la sed, para tomar cuando se quiera pues. Para sacar del penco el mishqui se hace un hueco en la base del penco, que se tenía que dejar tapando con una piedra, para que no se nos coman los perros. Se hacía una colada también, poniendo harina de maíz, que también hacíamos, como máchica que llamamos. El “misquiapi” era éste, con harina o con leche y trocitos de queso. Rico… pero lo más rico era la natita que dejaba el mishqui para el otro día, que con tantita leche era como golosina.
El “sango” también teníamos, que le llamamos “matahambre”. Eso era la “máchica” (que era maíz tostado y molido) hervida con quesillo, durante harto rato, moviendo y moviendo pasábamos. Café también hacíamos, de trigo o de haba.
Pero lo que más sabíamos, para qué también, era disfrutar del maíz… en tantos y tantos platos: el mote casado (que es una sopita con mote y poroto); el mote sucio (que se hacía con manteca de chancho); el mote pelado, para comer todo el tiempo; los chumales (que se hacían, sobre todo, en las cosechas); el choclo tierno que era dulcesito; el tamal de maíz seco y hoja de achira, con carne de chancho o de pollo y pepa de zambo… el ají de pepa de zambo, la misma pepa tostada y con mote; el “mote pata” que se hacía como sopa, igual, con la pata del chanchito, con carne rancia del chanchito, para que sea más rico.
Del chancho también cuántas cosas que sacábamos: de la cabeza, de la cara, se saca el tocino, haciendo humear encima del fogón. La manteca teníamos para todo el año, cuando matábamos un animal. Así, guardábamos en latas, en baldes, y votábamos ahí mismo la fritada para que, cada que se saque un poco de manteca, tener fritadita para ir comiendo, todo el año. Así, cuando se empezaba a acabar, sabían los abuelos que era de matar otro animal, para quedar el resto del año…
¡Hay ya ve! tantas cosas que ha hecho recordar… como si hubiera visto de nuevo el pueblo con los ojos de niño, de cuando pasábamos repitiendo lo que hacían los de antes, manteniendo el tiempo como quieto, respetando y disfrutando de las tradiciones. Otros días eran ¿no? Lindos eran, así como buenos son también los de ahora, aunque tan diferentes. Como que ya no somos los mismos, como que poco a poco nos vamos olvidando, perdiendo, y, a hasta la vez, recuperando.
0 comentarios:
Publicar un comentario